23 de agosto de 2016

ALIMENTACIÓN Y EMOCIONES, ¿EXISTE EL HAMBRE EMOCIONAL?

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Alguna vez te pusiste a pensar, ¿por qué tenemos el deseo de comer? Parece ser una pregunta cuya respuesta es demasiado obvia: comemos por necesidad, porque tenemos hambre. Entonces ¿esa necesidad imperiosa de comer un alfajor triple, una hamburguesa tamaño XL, o bajarte un paquete entero de galletitas Oreo es simplemente una respuesta a una necesidad fisiológica?

Como buena reikista que soy, he estudiado (y comprobado), la conexión entre las emociones y nuestro cuerpo, y cómo éstas repercuten en él.

Así les aseguro que existe una directa relación entre la enfermedad, los malestares físicos, e inclusive la satisfacción de ciertas “necesidades” como el “hambre” y los antojitos jaja.




Así que vayamos por partes, está claro que comer es un acto fisiológico necesario para todo ser humano, de eso no tenemos ninguna duda, debemos alimentarnos para sobrevivir (y obvio también está bueno darnos nuestros gustos). Sin embargo el deseo de comer puede estar influenciado por muchas causas, y la mayoría de estas no son fisiológicas, sino de índole emocional, el estado de ánimo, el estrés, el medio en el que nos movemos, y las emociones son un factor determinante.


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Ahora bien, vamos a diferenciar lo que es el hambre real, el fisiológico del hambre emocional.

El hambre fisiológico se caracteriza por: ser gradual, no repentino; puede ser satisfecho con diversos alimentos sin tener urgencia de ninguno en particular (o sea, no es el “hambre” de unas papas fritas y galletitas Bridge); una vez ingerido el alimento uno se siente satisfecho sin necesidad de ingerir más.

En cambio, el apetito emocional es urgente; su satisfacción está vinculado a un alimento o alimentos particulares (las Bridge jaja); no alcanza con su satisfacción (se desea más y más); generando sentimientos negativos como la culpa, vergüenza, tristeza, etc., lo cual repercute gravemente en nuestro autoestima.


Una forma de saber si comes emocionalmente, es contestando las siguientes cuestiones:
-¿Te sentís out off control en presencia de comida deliciosa?
-¿Cuándo empezas a comer no podes parar?
-¿Es difícil para vos dejar comida en el plato?
-¿Continuamente tenés pensamientos de preocupación sobre la comida? ¿La comida esta siempre en tu mente?
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Una vez respondido esto, tenemos que ver cómo cambiar este hábito de comer emocionalmente.

Lo primero a hacer es reconocer que nos motiva a hacerlo y buscar otra rutina que nos permita obtener la misma recompensa.

Así que ármate un buen paquete de recompensas, pensá bien que puede funcionar para vos, que “premios” podés darte, podés regalarte para cortar ese vínculo emocional y dependiente con la comida.

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Buscá recompensas que sean saludables, que te motiven, y te hagan feliz! Te vas a sentir tan bien, que de a poco vas a ir cortando esa dependencia emocional, hasta neutralizarla totalmente. Imagínate derribar para siempre ese sentimiento de culpa! Es genial y vos podes hacerlo!

Acordáte que el primer paso es siempre identificar el problema, desentrañar la causa y buscar un “reemplazo” que genere en ti hábitos saludables, para sentirte bien tanto por dentro como por fuera.

Así que a autoanalizarse jaja!

Nos leemos en una semana!

Naty



2 comentarios:

  1. Me pasa todo el tiempo, que si estoy estresado por la facultad o algo así, salgo corriendo a comprar golosinas. Tendré que poner en práctica lo que decís.

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  2. Super claro el artículo tal cual!!!! Me pasa que me atajo y me doy cuenta cuando a veces me premio con eso que se que no es "tan bueno". Mi desafío es prepararme esos snacks saludables. Creo que como todo es costumbre, gracias por las pilas!!

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